Ventajas del ejercicio físico en los programas de adelgazamiento


La incidencia de la obesidad se ha incrementado dramáticamente en los últimos tiempos, debido a los cambios en el estilo de vida, que reflejan una actividad física reducida y la disminución en el consumo de alimentos ricos en azúcares complejos, ricos en almidón y fibra, acompañado por un aumento en la ingesta de azúcares simples y de grasas.

Numerosos trabajos científicos ya señalados, algunos incluyendo datos epidemiológicos, muestran una clara relación positiva entre inactividad y obesidad. Por ello, es importante adoptar hábitos que se mantengan, a ser posible de por vida, y que conduzcan al control del peso y a la salud general, en lugar de medidas, a veces extremas y temporales, sólo para una pérdida de peso rápida y de corta duración.

El ejercicio físico es un factor importante que facilita el adelgazamiento en el obeso, por aumento del gasto calórico, por lo que ayuda a reducir el peso corporal y a conservar la masa muscular, y también es esencial para mantener la pérdida de peso con dietas menos estrictas y más aceptables.

En ocasiones, basta un intenso ejercicio físico para conseguir el adelgazamiento. Asimismo, Racette y cols. (1995) y Kempen y cols. (1995), han mostrado el efecto beneficioso del ejercicio aeróbico sobre la composición corporal y sobre el gasto energético total diario en sendos estudios de reducción de peso mujeres en obesas. De hecho, los libros monográficos sobre la obesidad suelen dedicar siempre un capítulo al interés de la actividad física en el manejo de este problema (Figuras 4 y 5).

Figura 4: Pérdida total de peso durante un programa de dieta hipocalórica, con y sin ejercicio, de 12 semanas de duración (x + SEM). Los sujetos ejercitados andaban 5 días/semana.

Figura 5: Porcentaje de grasa corporal en función del grupo, tras un programa de reducción de peso, con y sin ejercicio, de 12 semanas de duración (x + SEM).

El ejercicio físico permite o adelgazamiento local, al reducir la grasa de una forma más notable en aquellas zonas del cuerpo que más participan en la actividad.

El ejercicio físico ayuda, sobre todo, a la pérdida de grasa corporal, estando especialmente indicado el ejercicio aeróbico de baja intensidad y de larga duración, considerado como el más apropiado para formar parte, junto a la dieta, de los programas de adelgazamiento, ya que se puede realizar a diario y permite los mismos cambios en la masa corporal que la dieta y el ejercicio de alta intensidad y corta duración y presenta muchos menos riesgos (Tabla IV).

Heymsfield y cols. (1989) han demostrado que la actividad física añadida a la dieta hipocalórica favorece y facilita la pérdida de masa grasa, sin variar la proporción de masa magra, siendo ésto lo deseable en la reducción de peso corporal, además de conseguirse otros beneficios físicos y psicológicos, con un perfil más positivo, como la disminución de la ansiedad, mejora de la depresión y mejora del humor que, con frecuencia, se acompaña de la reducción de ingesta calórica y que, también, favorece el adelgazamiento. En algunos estudios han demostrado que estos efectos se consiguen con actividad física no muy prolongada (Tabla V).

Esto es de gran importancia, ya que el contenido en grasa corporal para la mayoría de los adolescentes en nuestra sociedad oscila entre el 15 y el 23%, siendo superior en las mujeres que en los hombres, sobre todo tras la pubertad. Esta proporción de grasa corporal se correlaciona de forma inversa con la actividad física desarrollada, en estudios realizados en niños preescolares. Este porcentaje de grasa corporal aumenta con la edad, tanto en hombres como en mujeres, y normalmente va acompañado de una disminución de la masa corporal magra y un pequeño aumento en el peso corporal total. Así, para varones, la grasa corporal puede aumentar del 18-20% a la edad de 20 años, hasta el 35% a la edad de 60 años, con pequeños cambios en el peso corporal y el correspondiente descenso en la masa magra corporal. Sería deseable, por tanto, mantener el contenido en grasa corporal en proporciones no superiores al 20-25% para varones, y al 25-30% para mujeres.

El ejercicio físico sensibiliza al adipocito a la acción lipolítica de las catecolaminas y de otras hormonas, favoreciéndose por este medio el catabolismo de las grasas.

Por otra parte, se ha estudiado, tanto de forma experimental como clínica, la relación entre la ingesta alimentaria y el gasto energético con el ejercicio físico. Se ha visto que existe una estrecha relación entre la ingesta y la duración del ejercicio, manteniéndose el peso corporal constante, hasta un punto en el que se produce la pérdida de ese equilibrio ingesta-ejercicio. De gran interés es el hecho de que, a medida que la actividad física se reduce por debajo de 1 hora/día en los animales de laboratorio, la ingesta no se reduce más, sino que se desequilibra y luego aumenta, por lo que se produce un incremento de peso.

Los estudios realizados en nos han demostrado una relación similar entre los grados de actividad y la ingesta (Figura 6).

Figura 6: Ingesta calórica e intensidad de la actividad física. Obsérvese que con las ocupaciones sedentarias aumenta la ingesta calórica

Incluso el ejercicio puede aumentar la preferencia para ingerir glúcidos en lugar de grasas, lo que es muy conveniente para disminuir grasa y mantener esta pérdida.

Otras observaciones también nos indican la relativa inactividad de los sujetos obesos, tanto de adolescentes como adultos, y se ha demostrado en estudios comparativos que son menos activos que los sujetos controles no obesos. Esta menor actividad conlleva un menor gasto energético y, por tanto, contribuye al balance positivo que mantiene o aumenta la obesidad.

Además esta inactividad relativa podría incrementar la ingesta de alimentos. Estas observaciones apoyan la necesidad de algún tipo de actividad física como parte integrante de cualquier programa de reducción de peso. Es importante mantener el ejercicio físico, ya que una menor actividad física se correlaciona con un aumento de la Lipoprotein-Lipasa del tejido adiposo, lo que aumenta la lipogénesis y la recuperación de la grasa. Otro efecto interesante de la realización de ejercicio físico es la potenciación de los efectos de ciertos fármacos, como los agonistas beta-3.

Un reciente estudio ha demostrado la efectividad del ejercicio físico en minimizar el aumento de peso que suele producirse al dejar de fumar. Se ha demostrado que una gran acumulación de grasa, especialmente en la mitad superior del cuerpo, está asociada con ciertas complicaciones metabólicas, como intolerancia a la glucosa, llegando incluso a la diabetes, hiperlipidemias e hipertensión.

Efectos sobre el perfil metabólico de glúcidos y lípidos

El ejercicio físico contribuye de forma notable a mejorar el perfil metabólico de las personas con problemas de exceso de peso. Numerosos estudios han demostrado una resistencia a la acción de la insulina en la obesidad y cómo se puede mejorar esta acción de la insulina con el ejercicio físico regular y la disminucion de peso. De hecho, la actividad física regular puede prevenir y disminuir la incidencia de la Diabetes Mellitus tipo II.

A nivel del metabolismo de los glúcidos se favorece, por medio de la actividad física, la captación de glucosa por el músculo y otros tejidos y se favorece la acción de la insulina, que así tiene un mayor efecto, disminuyendo la resistencia a la hormona y conllevando a menores necesidades de producción de la misma (Figura 7).

Figura 7: Capacidad metabólica máxima de las células adiposas de ratas controles jóvenes, ratas entrenadas y ratas controles de la misma edad, en un estudio del mecanismo del aumento de la actividad transportadora de glucosa en ratas entrenadas físicamente. La utilización de glucosa se midió en células adiposas en presencia de glucosa 10mM e insulina 7mM. Datos expresados/célula. Las tasas de las ratas ejercitadas diferían tanto de los controles jóvenes como de los controles de la misma edad (p<0,0001).

Estudios experimentales realizados por Hirshman y cols. (1989), han demostrado que el entrenamiento físico mantiene un tamaño pequeño de célula adiposa, al ser utilizadas las grasas para dicha actividad física, y aumenta el número total de transportadores de glucosa en las células adiposas, produciéndose este incremento por incorporación de los transportadores almacenados en el interior de la célula. Con la estimulación por la insulina, un número aumentado de transportadores de glucosa es traslocado a la membrana plasmática y se asocia a tasas incrementadas de entrada y metabolización de la glucosa en esas células (Figura 8).

Figura 8: Actividades de transporte de glucosa en adipocitos basales y con estimulación insulínica máxima de ratas control jóvenes, ratas entrenadas y ratas control de la misma edad, en un estudio del mecanismo del aumento de la actividad transportadora de glucosa en ratas entrenadas físicamente. Los adipocitos aislados fueron muestrados para la determinación del transporte de glucosa (6-14C). Datos expresados/célula. Las tasas basales del transporte de glucosa difirieron entre grupos (p<0,02).>

El entrenamiento físico también induce cambios beneficiosos de adaptación en el metabolismo de los lípidos, observándose en los obesos mejoras significativas en los niveles de lípidos y lipoproteínas plasmáticas con el ejercicio físico prolongado, acompañado por una dieta baja en grasas, haciéndose equiparables los valores obtenidos a los de los sujetos no obesos.

Se ha demostrado que el entrenamiento físico de los obesos induce a una disminución del LDL-colesterol, VLDL-colesterol y de los triglicéridos en sangre, y a un aumento del HDL-colesterol plasmático. Estos cambios se correlacionan con la cantidad de peso perdido (Figura 9).

Figura 9: Porcentaje de disminución en diferentes fracciones de colesterol y diferentes grupos de edad en un programa de modificación de estilo de vida (dieta alta en fibra, alta en carbohidratos complejos, baja en grasas y en colesterol, combinada con ejercicio aeróbico diario, básicamente andar) realizado sobre 4.587 adultos durante 3 semanas. El descenso del colesterol total (Total-C) no fue significativamente diferente del porcentaje de descenso observado en el grupo más joven. Para el LDL-Colesterol, no se observaron diferencias significativas en la reducción entre ninguno de los grupos. La reducción de HDL-Colesterol no fue significativamente diferente entre los grupos más joven y más viejo.

Como indican estos estudios de Williams y colaboradores (1990), estas variaciones en los valores del colesterol sérico total y del LDL-colesterol están mediados, por lo menos parcialmente, por mecanismos relacionados a cambios en la insulina plasmática y/o cambios en la sensibilidad a la insulina, como se deduce de la correlación observada entre cambios inducidos por el entrenamiento en los niveles de insulina plasmática y los inducidos en los niveles de colesterol y LDL-colesterol. Incluso el ejercicio físico en los niños contribuye a mantener niveles más adecuados de los parámetros lipídicos.

Los cambios en la masa grasa corporal total y en el nivel de grasa abdominal, inducidos por el entrenamiento físico aeróbico, se correlacionan con los cambios inducidos en el metabolismo de los lípidos y los glúcidos. Estas variaciones en los lípidos, además de los otros cambios relacionados con una modificación del estilo de vida, se acompañan en la mayor parte de los sujetos obesos de una reducción de la agregación plaquetaria y otros factores coagulantes, así como de una mejora en el control de la diabetes o de la intolerancia a los glúcidos, y de la hipertensión, tal vez por una disminución en la producción de insulina, que da lugar a una disminución en la reabsorción renal de sodio, y por la eliminación de éste por el sudor durante el ejercicio físico, con lo que se produce una reducción en el riesgo de aterosclerosis y sus secuelas clínicas.

Otros efectos del ejercicio físico

Entre los efectos beneficiosos del ejercicio físico, no descritos previamente en este trabajo de revisión, está el de mantener la funcionalidad neuromuscular en los mayores, asociándose claramente una menor actividad física con una peor situación funcional. Es interesante destacar que el ejercicio físico aumenta los niveles de Vitamina D y que la inactividad, por el contrario, hace que disminuyan los niveles de esta vitamina, con lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Diversos trabajos apuntan al posible papel preventivo del ejercicio físico sobre determinados tipos de cánceres, en especial el de colon, al acelerar el tránsito intestinal, y los estrógeno-dependientes (de mama, útero), al disminuir la produción de los estrógenos si se controla el tejido adiposo.

Los niños mas altos son más propensos a convertirse en adultos obesos


Un nuevo estudio sugiere que los niños relativamente altos serían más propensos que los más bajos a convertirse en adultos con sobrepeso.

La investigación, efectuada sobre 2.800 niños en Estados Unidos, halló que los que eran altos y con sobrepeso a los 8 años tenían más riesgo de seguir con sobrepeso o ser obesos a los 18.

Pero aún en los chicos con peso normal, aquellos relativamente altos fueron más propensos a convertirse en adultos jóvenes con sobrepeso.

Los niños con sobrepeso suelen convertirse en adultos con sobrepeso. Sin embargo, los resultados publicados en American Journal of Preventive Medicine sugieren que la altura extra también pone en riesgo a los chicos con peso normal de sumar kilos adicionales en el largo plazo.

Eso no coincidiría con lo que piensan muchos padres y médicos: que los niños más altos que tienen algo de sobrepeso serán cada vez más altos y pesarán cada vez menos, lo que les permitirá "compensar" esos kilos de más.

Según los resultados, la altura extra sería una desventaja. Pero se desconoce la causa, aclaró el doctor Steven Stovitz, profesor asociado de medicina familiar y salud comunitaria en University of Minnesota, en Minneapolis.

Aunque no está probado, dijo el experto, es como si en algunos niños la altura extra fuera un signo de "madurez esquelética avanzada", en lugar de una predisposición genética a ser altos.

La madurez esquelética avanzada significa básicamente que un niño está llegando a su altura adulta más rápido que los niños más bajos. En un punto, el aumento de peso continúa, pero disminuye la velocidad del crecimiento vertical.

Eso eleva el índice de masa corporal (IMC) y el riesgo de tener sobrepeso u obesidad.

Los resultados surgen de un estudio sobre 2.802 estudiantes a los que se les midió el peso y la altura en tercer y duodécimo grado. Un cuarto tenía sobrepeso u obesidad en tercer grado y casi el 36 por ciento en la secundaria.

La probabilidad de ser un adulto con sobrepeso fue mayor en los alumnos de tercer grado con sobrepeso en el percentil 25 más alto para la altura, lo que quiere decir que eran más altos que las tres cuartas partes del resto de los niños del mismo sexo.

Esos pequeños tenían un 85 por ciento de probabilidad de seguir teniendo sobrepeso en el colegio secundario. Esa probabilidad fue del 67 por ciento en los niños con sobrepeso que estaban en el percentil 25 más bajo para la altura.

En tercer grado, los niños más altos tenían un 25 por ciento de probabilidad de tener sobrepeso al llegar a duodécimo grado. En los niños más bajos fue del 17 por ciento.

Según Stovitz, los resultados serían más importantes para los padres que no son altos, pero tienen un hijo alto, ya que esa altura sería un signo de madurez esquelética avanzada.

El autor opinó que si bien todos los padres deberían cuidar la alimentación sana y el ejercicio en los hijos, esa atención sería especialmente importante en aquellos casos.

Cuando un niño tiene dos padres altos, dijo, los centímetros verticales adicionales son probablemente un signo de que será un adulto alto

Obesidad en adultos mayores de 65 años podría reducir el riesgo de mortalidad


Un estudio de la Universidad de York (Canadá) determinó que unos cuantos kilos de más en personas mayores de 65 años de edad parecen reducir el riesgo de mortalidad en este grupo de la población.

El estudio realizado por los doctores Jennifer Kuk y Chris Ardern, de la Escuela de Kinesiología y Ciencia Sanitaria de la Universidad de York, en Toronto, se basó en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición realizada de 1988 y 1994 y ha sido publicado en la Revista de la Sociedad Estadounidense Geriátrica.

Tras estudiar los datos de 4.437 hombres y 5.166 mujeres los investigadores indicaron que mientras que la obesidad general y abdominal está asociada con un mayor riesgo de mortalidad en adultos menores de 65 años de edad, la asociación entre obesidad y mortalidad es nula o inversa en los mayores de 65 años de edad.

"En general, la asociación fue más fuerte con medidas de obesidad abdominal que con medidas de obesidad general o masa sin grasa", señaló el resumen del artículo publicado en la revista médica.

Los autores concluyen que "los efectos adversos de la obesidad en el riesgo de mortalidad son solo aparentes en adultos menores de 65 años de edad".

"La obesidad, como está caracterizada utilizando diversas medidas, no estuvo generalmente asociada con un mayor riesgo de mortalidad en adultos mayores" añadieron.

Por ello, "aunque la pérdida de peso es beneficiosa para reducir la mortalidad en adultos obesos de cualquier edad, no está claro si la pérdida de peso es también beneficiosa para reducir el riesgo de mortalidad en adultos mayores".


Abstract del articulo en ingles: http://www.gnmhealthcare.com/cgi-bin/gnmRouteur/showabstract.pl?a=788608&c=1160&s=4777&us=114219